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La habitación de I Ming

Materiales diversos y vídeo

Medidas variables

2008

Cuando I Ming me lo contaba nunca llegué a creérmelo del todo, aun conociendo las inverosímiles peculiaridades de mi amiguito. Me dijo que fuera a su casa algún día, antes del amanecer, para poder comprobarlo con mis propios ojos. Le tomé la palabra. Aquel martes decidí pegarme el madrugón de aquellas mis vacaciones en Zhouzhunag, para comprobar si mi amigo decía la verdad. Cuando llegué a su casa, en la escalera me esperaba I Ming eufórico, metiéndome prisa en silencio para no despertar a su familia, pues con los primeros rayos, “aquella cosa” se mostraría en su verdadera esencia y belleza. Los primeros rayos del amanecer se dejaron ver proyectados en la pared frente a la ventana. Y de repente, boquiabierto comprobé como, una vez más, mi amigo no me mentía haciéndome testigo de otro milagro. Aquel majestuoso y enorme dragón hizo su aparición sobre los tejados de la silenciosa ciudad, en un baile multicolor que no podía comparase a nada de lo que había visto antes en mi vida.

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