Skip to content Skip to footer

Blinky Johanssen

Blinky Johanssen se convirtió en objeto de análisis durante el debate evolucionista a finales del siglo XIX

Su figura permaneció entre tinieblas a lo largo de toda la centuria para ser recuperado y acto seguido sepultado en los debates académicos, ya que resultó ser demasiado incómodo para el choque antropológico que marcaría la aterradora primera mitad del siglo XX.

Si hacemos un poco de historia encontramos brumas, territorios indefinidos entre la realidad y la leyenda.

Una figura huidiza que no permite ser colocada en un anaquel del conocimiento, una forma que se escurre entre los dedos.

La primera información que tenemos de él ha sido largamente discutida.

En el primer capítulo de Moby Dick, Herman Melville, refiriéndose a las factorías balleneras del Mar del Norte, escribe “… y entre la montaña de grasa sólida y pestilente que se iba desgajando de los monstruos, moviendo en círculos su hacha como haría un demonio del averno, estaba el eficiente Blinky. Su trabajo era metódico, casi automático.

En las largas jornadas de trabajo, en aquellas noches infinitas y en los días inacabables, él no se abrigaba, hay quien dice que ni comía.

Cortaba, seccionaba, hacía grandes bloques con los cadáveres de las ballenas como quien corta un árbol, sin pensar lo que está cortando, sin querer pensar lo que se está cortando” El erudito danés Preben Larsen llamó la atención sobre este fragmento al publicarse en el diario sueco Aftonbladet la historia de un ballenero que había domesticado a los calderones del Mediterráneo.

Cotejó los nombres y llegó a la conclusión de que solo podía tratarse de Blinky Johanssen.


Nacho Ruiz