Textos y otros
Comisariado
Miércoles, 19 Enero 2011
PRIMER DAIMON: CREADOR DE DAIMONES
José Luis Serzo
EL BOSQUE-ATANOR DE YOLANDA TABANERA.
El bosque se muestra algo más que profundo y desconocido; suelo adentrarme en sus entrañas las tardes de otoño especialmente. Es un ente misterioso y seductor. Tremendamente inexplicable, de falsas apariencias, equívocas visiones y de una ilusoria quietud que esconde tras de sí, si acaso, todo el ajetreo de un subconsciente colectivo.
Yolanda Tabanera es uno de los habitantes del bosque, nace continuamente de sus profundidades; es simultánea, esquiva y expansiva. La primera vez que la vi me quedé inmovilizado por el asombro unos segundos eternos, pues la vislumbré como una giganta etérea caminando entre los árboles; medía algo más de tres metros y medio, pero no por ello dejaba de aparentar ser delicada y ligera. Me atreví a decirle, a gritarle incluso (a una distancia suficiente como para evitar que llegara a oírme, lo confieso) que sus obras parecían hijas de una gran diosa rizomática. No sé bien si me escuchó, ya que ni si quiera se volvió para mirarme, pero puedo intuir que no me quitaría la razón.
Tabanera no es una mujer, puedo asegurarlo…Habla en un extraño lenguaje arcaico, de una civilización quizá desaparecida. Es una daimon que concentra todas las cualidades de un buen daimon: aquellas tensiones provocadas por un feliz encuentro entre extremos opuestos, pero que en la fusión con su ser configuran una silueta terriblemente sublime.
Días antes de encontrarme con ella, descubrí en la zona más tupida e imbricada del mismo bosque, una gran gruta camuflada llena de objetos y seres inverosímiles. Sorprendido, caí en la cuenta de que me encontraba en una suerte de útero-atanor, donde estaban gestándose sus nuevas creaciones espectrales, sus nuevas criaturas.
Yolanda Tabanera es una cooperadora de la madre naturaleza, o al menos de aquel (su) bosque. Su obra parte de lo inexplicable, del mismo “alma del mundo”. Su labor paciente, gesta una otra realidad rotunda, telúrica, seductora y peligrosa; siempre supeditada a un espíritu iniciático y en última instancia, catártico.
Su misteriosa labor desarrolla un juego de proyecciones espectrales, donde la esencia de un gran órgano cosmogónico se despliega (quizá hasta el infinito) en cantidad de formas que remiten a su propio origen, y a su mismo fin.
Todavía no sé definir si Yolanda Tabanera es una daimon creador de objetos espectrales o una diosa creadora de daimones. Sus obras-criaturas nos remiten al fetiche místico y tribal. Lo íntimo y lo extraño se funden en ellas, al igual que lo humano y lo divino, lo parcial y lo universal…
Matrices abismales. Flores carnívoras. Tierras en llamas. El aliento de la gran madre tierra estructura la urdimbre de sus mejores piezas-totem. Las voces de sus seres susurran dibujos cacofónicos en mi recuerdo mientras salgo del bosque; repiten mantras de otra religión que presiento, nunca llegaré a conocer del todo.
Yolanda Tabanera es uno de los habitantes del bosque, nace continuamente de sus profundidades; es simultánea, esquiva y expansiva. La primera vez que la vi me quedé inmovilizado por el asombro unos segundos eternos, pues la vislumbré como una giganta etérea caminando entre los árboles; medía algo más de tres metros y medio, pero no por ello dejaba de aparentar ser delicada y ligera. Me atreví a decirle, a gritarle incluso (a una distancia suficiente como para evitar que llegara a oírme, lo confieso) que sus obras parecían hijas de una gran diosa rizomática. No sé bien si me escuchó, ya que ni si quiera se volvió para mirarme, pero puedo intuir que no me quitaría la razón.
Tabanera no es una mujer, puedo asegurarlo…Habla en un extraño lenguaje arcaico, de una civilización quizá desaparecida. Es una daimon que concentra todas las cualidades de un buen daimon: aquellas tensiones provocadas por un feliz encuentro entre extremos opuestos, pero que en la fusión con su ser configuran una silueta terriblemente sublime.
Días antes de encontrarme con ella, descubrí en la zona más tupida e imbricada del mismo bosque, una gran gruta camuflada llena de objetos y seres inverosímiles. Sorprendido, caí en la cuenta de que me encontraba en una suerte de útero-atanor, donde estaban gestándose sus nuevas creaciones espectrales, sus nuevas criaturas.
Yolanda Tabanera es una cooperadora de la madre naturaleza, o al menos de aquel (su) bosque. Su obra parte de lo inexplicable, del mismo “alma del mundo”. Su labor paciente, gesta una otra realidad rotunda, telúrica, seductora y peligrosa; siempre supeditada a un espíritu iniciático y en última instancia, catártico.
Su misteriosa labor desarrolla un juego de proyecciones espectrales, donde la esencia de un gran órgano cosmogónico se despliega (quizá hasta el infinito) en cantidad de formas que remiten a su propio origen, y a su mismo fin.
Todavía no sé definir si Yolanda Tabanera es una daimon creador de objetos espectrales o una diosa creadora de daimones. Sus obras-criaturas nos remiten al fetiche místico y tribal. Lo íntimo y lo extraño se funden en ellas, al igual que lo humano y lo divino, lo parcial y lo universal…
Matrices abismales. Flores carnívoras. Tierras en llamas. El aliento de la gran madre tierra estructura la urdimbre de sus mejores piezas-totem. Las voces de sus seres susurran dibujos cacofónicos en mi recuerdo mientras salgo del bosque; repiten mantras de otra religión que presiento, nunca llegaré a conocer del todo.
José Luis Serzo